lunes, 5 de noviembre de 2018

LEYENDAS



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Es, mediante las leyendas de niños, los adultos podemos reforzar determinado tipo de enseñanza promover los valores como la empatía, la autoestima, acción solidaria, etc. Las leyendas promueven la escucha activa, estimulan la imaginación de los niños y sirven como ejemplo para que ellos aprendan a resolver situaciones concretas de la vida cotidiana.
Las leyendas pueden también, ayudar a los niños a superar miedos y memorizarlas favorece el crecimiento de las funciones cognitivas.
Por si esto fuese poco, las leyendas cortas colaboran en la formación de sentimientos de amor y protección entre padres e hijos. De este modo las leyendas infantiles no solo sirven como una herramienta educativa, sino que favorecen en la formación psíquica y emocional de los niños.

 

LEYENDA DEL FUEGO
Dice la leyenda que anteriormente las personas que trabajaban arduamente y no querían que roben su fortuna, la escondían bajo la tierra, entonces luego de tantos años se dice que algunos por Mayo aproximadamente, pueden ver una bola de fuego, al seguirla ellos descubren una gran cantidad de oro que pueden tomar y quedárselo, pero el mismo si ustedes dicen toda la experiencia que vivieron con esta bola de fuego, entonces se les irá yendo el dinero sin que puedan hacer nada al respecto, por eso es que hay que guardar silencio cuando les pase vivir algo así porque lo pueden perder todo.

LEYENDA DEL OTOÑO
Cuenta la leyenda que las estaciones del año aún no tenían nombre ni espacio en el calendario, pues todas querían ocupar la tierra al mismo tiempo y no se ponían de acuerdo. Fue por eso que un día decidieron reunirse y solucionar el problema.
Cada una era única y diferente a su modo. Algunas preferían el frío y otras el calor, pero había otras a las que les gustaba un poco de cada uno. Una de ellas se decantaba por el sol y sus rayos, a otra también le agradaba pero de a ratos. Por su parte, otra prefería el frío permanentemente y otra casi igual, pero con ratos de calor. Fue por ello que decidieron repartirse cada una una época del año hasta definir las cuatro estaciones que conocemos.
Una de ellas, la más tierna de todas, escogió los meses de marzo a junio para deleitar a todos con sus brisas frescas y llenas de calor leve, y se llamó primavera. La más rebelde, que fue nombrada verano, prefirió de junio a septiembre para acobijar a todos con un agradable calor.
LEYENDA DEL TAMBOR
La luna nunca recibe visitas de la tierra y menos por parte de los monos, pero ellos sentían mucha envidia de los pájaros que podían volar, ya que pensaban todas las veces que habrán pasado junto a ella y los monitos del bosque le tienen gran admiración a la enorme luna que ilumina los cielos, por eso se reunieron absolutamente todos para poder generar un plan que les permita llegar a ella. Lo máximo que se les ocurrió fue subirse uno encima del otro parado en sus hombros de forma pilar para arriba.
La fila que hizo realmente alta, tanto así que el monito más arriba de todos pudo tomar la cola de la luna, pero en ese mismo momento uno perdió el equilibrio y toda la fila se cayó de forma desastrosa, el único que no sufrió la caída fue el monito que permaneció tomado de la luna hasta que por compasión lo subió sobre ella para que no se caiga. Cuando vio al dulce mono le quiso obsequiar algo y por ello le dio un tambor para que hiciera toda clase de música. Con el tiempo la luna le enseñó como tocarlo y lo escuchaba todos los días mientras lo hacía, pero tarde o temprano tenía que volver a la tierra.

LEYENDA DE LA PRINCESA Y EL ESCARABAJO

Cuzán era una princesa muy hermosa cuyo cabello lucía como las alas de una golondrina (que significa Cuzán en maya). Era hija del Gran Señor que se sumerge en el cielo, llamado Ahnú Dtundtunxcaán, quien pronto prepararía su unión en matrimonio con el príncipe Ek Chapat, el hijo del Halach Uinic de la gran ciudad de Nan Chan.
Ek Chapat sería el futuro Señor del Reino, pero nada de eso sorprendía a la joven princesa. En cambio, fijó su atención en un guapo joven Cabeza Roja de nombre Chalpol, que no era más que un mandadero. Él, como era de esperar, también quedó prendado de la belleza de la princesa y se enamoraron de inmediato.
A pesar del desacuerdo de su padre, la princesa y Chalpol juraron no olvidarse nunca y consumaron su amor bajo la ceiba sagrada. Justo en ese sitio las deidades se dedicaban a escuchar las plegarias de los humanos. Al enterarse, el Ahnú dio la orden de que el joven Chalpol fuera sacrificado. Entonces, la princesa suplicó que no lo hicieran y, a cambio de que su padre se retractara, le prometió jamás volver a verle y que aceptaría obedientemente contraer matrimonio con el futuro Señor del Reino.

EL CONCEJO DE LA LUNA 

Se encontraba Quetzalcóatl convertido en hombre y haciendo una travesía enorme para llegar hasta un lugar que quedaba realmente lejos, ahora estaba en una montaña sin nada para comer o tomar y por el frío había prendido una fogata, también estaba mirando el cielo con su hermosa luna y las estrellas que la acompañaban. El camino era largo si quería llegar cuanto antes hacia la selva, tenía que pasar por un sitio en donde podía quedarse a descansar sobre una roca, por lo menos por un momento hasta continuar con el rumbo.
Un conejito distraído pasó por donde Quetzalcóatl se encontraba descansando y le ofreció un poco de la zanahoria que estaba comiendo, el Dios le dijo que él se iba a morir de hambre en cualquier momento, que no se preocupe por su cuerpo humano, entonces el conejito se ofreció en sacrificio para que se lo coma y pueda entonces continuar con su camino.
Quetzalcóatl apreció enormemente la valentía que un conejo tan pequeño podía tener, por ello es que lo alzó bien alto y grabó su viva imagen en la luna llena que desde ese entonces recuerda cada noche la bondad de este conejito y su buena acción para poder ayudar a alguien más, aunque eso significara la muerte de su propio ser. La promesa que le hizo el dios al conejo luego de su sacrificio fue que todas las personas que miren la luna pensarán en aquel dulce animal que dio su vida para poder salvar a Quetzalcóatl.

LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA

Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin.
entonces dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó.
Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.
Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche en el mundo.

LEYENDA LA ROCA INACCESIBLE

En el inicio de la civilización, cuando los hombres que habitaban la tierra tan sólo disponían de palos y hachas de piedra para defenderse, existía una gran montaña que aquellos hombres divisaban a lo lejos entusiasmados y soñadores. Aquella montaña se encontraba inundada de exuberante vegetación que caía derramada hasta sus valles. No encontraban, sin embargo, la forma de acceder a la preciosa montaña debido a la dificultad que añadía un caudaloso río y las escarpadas peñas de la misma. Aquellos hombres primitivos hicieron lo imposible por acceder al camino situado más allá de la montaña, para lo que levantaron sendos pilares con los que construir un puente con el cual poder divisar lo que había al otro lado. Y finalmente, tras muchos días de inagotable esfuerzo, se dieron por vencidos.
Cuando un día el mal tiempo derribó todos aquellos pilares que habían creado y levantado con tanto esfuerzo, los primitivos hombres quedaron atemorizados pensando que la montaña tenía vida propia y grandes poderes. Sin embargo, no llegaron a ir más allá ni a comprender nunca la verdadera causa del derrumbe, y tal fue la incomprensión que, pasados muchos, muchos años, los hombres fueron perdiendo el miedo y volvieron a desafiar y a enfrentarse a la misma tierra.
Y de este modo, cuando ya no vestían pieles ni manejaban hachas, continuaron desafiando a la Madre Naturaleza, despojándola sin piedad de toda su riqueza y material precioso.
¡Qué roca inaccesible eran los humanos para el Universo!

EL NARRADOR DE HISTORIAS

Erase una vez un rey que tenía, por asistente y amigo, a un hombre cuya facilidad para contar historias rebasaba casi lo imaginable. Cuando el rey se disponía a descansar, el hombre tenía el cometido de narrar al monarca varias leyendas y fábulas para facilitarle el sueño. Pero ocurrió que, en cierta ocasión, los problemas del monarca eran tan grandes y numerosos que le resultaba imposible conciliar el sueño con el número de historias acostumbradas. Quiso entonces el rey escuchar más historias, pero el hombre decidió contarle dos menos y muy cortas.
·         Esta noche me gustaría escuchar una muy larga y tras ella podrás irte a descansar- Dijo el rey a su asistente y amigo, poco satisfecho con aquellas historias tan cortas.
Tras aquellas palabras el hombre obedeció, arrancándose de la siguiente forma:
«Un campesino tomó cierto día mil libras de monedas de penique, y compró con ellas dos mil ovejas. Cuando las iba conduciendo hacia el refugio, el arroyo que había que  cruzar para llegar estaba tan crecido que no se podía de ninguna manera cruzar a la otra orilla. El campesino, apesadumbrado, logró encontrar una barca, pero era demasiado pequeña para transportar en ella a todas las ovejas.  Dándole vueltas a su cabeza, llegó a la conclusión de que podría transportarlas de dos en dos…»
Llegados a este punto de la historia, de repente, el narrador se durmió. Pero poco duró el descanso, ya que el rey no había quedado satisfecho aún con la historia y decidió despertarle al momento:
·         Cuéntame el final de la historia.
·         Señor, el arroyo era ancho, la barca muy pequeña y las ovejas numerosas, ya se lo he contado. Y ahora tenemos que esperar a que el campesino las vaya trasladando de dos en dos para que sepamos cómo termina la historia- Respondió el astuto narrador de historias, que no deseaba pasarse la noche en vela.
Y pensando y pensado en el final de la historia, que tan extraña le resultaba al monarca, cayó rendido sobre su almohada sin necesidad de más palabras.

LA RIQUEZA Y LA POBREZA 

Existió, hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza. Este hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre padre cuanto le pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia vida, llena de más caprichos y lujos.
Transcurridos unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios en el mundo del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado de mil y una comodidades. Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir de la pobreza, y caminaba mendigando de pueblo en pueblo y viviendo gracias a la ayuda de las gentes.
Aquel padre, a pesar de haber abandonado su vida anterior y haberse convertido en un hombre con tanta suerte, no conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a día de su marcha y soñando con su llegada:
·         ¡Dónde estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en mis últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza!
Y, cosas del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que se había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de caminar de allá para acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se encontraba reposando placenteramente sobre un sillón de buena mimbre en el porche ajardinado de su gran casa.
Pero el padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para darle un gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo, aquello no tuvo nunca lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y temeroso de ser humillado, salió corriendo de allí como alma que lleva el diablo.

EL ZAPATERO FELIZ

Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar:
·         Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo?
·         Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.
Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero  que, poco después, dijo muy conmovido:
·         Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.
Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero:
·         Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes.
Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.

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