
Es,
mediante las leyendas de niños, los adultos podemos reforzar
determinado tipo de enseñanza promover los valores como la empatía, la
autoestima, acción solidaria, etc. Las leyendas promueven
la escucha activa, estimulan la imaginación de los niños y sirven
como ejemplo para que ellos aprendan a resolver situaciones
concretas de la vida cotidiana.
Las leyendas pueden
también, ayudar a los niños a superar miedos y memorizarlas
favorece el crecimiento de las funciones cognitivas.
Por si esto fuese poco, las leyendas cortas colaboran
en la formación de sentimientos de amor y protección entre padres e hijos. De
este modo las leyendas infantiles no
solo sirven como una herramienta educativa, sino que favorecen en la formación
psíquica y emocional de los niños.
LEYENDA DEL FUEGO
Dice la leyenda que anteriormente las personas que trabajaban
arduamente y no querían que roben su fortuna, la escondían bajo la tierra,
entonces luego de tantos años se dice que algunos por Mayo aproximadamente,
pueden ver una bola de fuego, al seguirla ellos descubren una gran cantidad de
oro que pueden tomar y quedárselo, pero el mismo si ustedes dicen toda la
experiencia que vivieron con esta bola de fuego, entonces se les irá yendo el
dinero sin que puedan hacer nada al respecto, por eso es que hay que guardar
silencio cuando les pase vivir algo así porque lo pueden perder todo.
LEYENDA DEL OTOÑO
Cuenta
la leyenda que las estaciones del año aún no tenían nombre ni espacio en el
calendario, pues todas querían ocupar la tierra al mismo tiempo y no se ponían
de acuerdo. Fue por eso que un día decidieron reunirse y solucionar el
problema.
Cada una era única y diferente a su modo. Algunas preferían el
frío y otras el calor, pero había otras a las que les gustaba un poco de cada
uno. Una de ellas se decantaba por el sol y sus rayos, a otra también le
agradaba pero de a ratos. Por su parte, otra prefería el frío permanentemente y
otra casi igual, pero con ratos de calor. Fue por ello que decidieron
repartirse cada una una época del año hasta definir las cuatro estaciones que
conocemos.
Una de ellas, la más tierna de todas, escogió los meses de marzo a
junio para deleitar a todos con sus brisas frescas y llenas de calor leve, y se
llamó primavera. La más rebelde, que fue nombrada verano, prefirió de junio a
septiembre para acobijar a todos con un agradable calor.
LEYENDA DEL TAMBOR
La luna
nunca recibe visitas de la tierra y menos por parte de los monos, pero ellos
sentían mucha envidia de los pájaros que podían volar, ya que pensaban todas
las veces que habrán pasado junto a ella y los monitos del bosque le tienen
gran admiración a la enorme luna que ilumina los cielos, por eso se reunieron
absolutamente todos para poder generar un plan que les permita llegar a ella.
Lo máximo que se les ocurrió fue subirse uno encima del otro parado en sus
hombros de forma pilar para arriba.
La fila que hizo realmente alta, tanto así que el monito más
arriba de todos pudo tomar la cola de la luna, pero en ese mismo momento uno
perdió el equilibrio y toda la fila se cayó de forma desastrosa, el único que
no sufrió la caída fue el monito que permaneció tomado de la luna hasta que por
compasión lo subió sobre ella para que no se caiga. Cuando vio al dulce mono le
quiso obsequiar algo y por ello le dio un tambor para que hiciera toda clase de
música. Con el tiempo la luna le enseñó como tocarlo y lo escuchaba todos los
días mientras lo hacía, pero tarde o temprano tenía que volver a la tierra.
LEYENDA DE LA PRINCESA Y EL ESCARABAJO
Cuzán
era una princesa muy hermosa cuyo cabello lucía como las alas de una golondrina
(que significa Cuzán en maya). Era hija del Gran Señor que se sumerge en el
cielo, llamado Ahnú Dtundtunxcaán, quien pronto prepararía su unión en
matrimonio con el príncipe Ek Chapat, el hijo del Halach Uinic de la gran
ciudad de Nan Chan.
Ek Chapat sería el futuro Señor del Reino, pero nada de eso
sorprendía a la joven princesa. En cambio, fijó su atención en un guapo joven
Cabeza Roja de nombre Chalpol, que no era más que un mandadero. Él, como era de
esperar, también quedó prendado de la belleza de la princesa y se enamoraron de
inmediato.
A pesar del desacuerdo de su padre, la princesa y Chalpol juraron
no olvidarse nunca y consumaron su amor bajo la ceiba sagrada. Justo en ese
sitio las deidades se dedicaban a escuchar las plegarias de los humanos. Al
enterarse, el Ahnú dio la orden de que el joven Chalpol fuera sacrificado.
Entonces, la princesa suplicó que no lo hicieran y, a cambio de que su padre se
retractara, le prometió jamás volver a verle y que aceptaría obedientemente
contraer matrimonio con el futuro Señor del Reino.
EL CONCEJO DE LA LUNA
Se
encontraba Quetzalcóatl convertido en hombre y haciendo una travesía enorme
para llegar hasta un lugar que quedaba realmente lejos, ahora estaba en una
montaña sin nada para comer o tomar y por el frío había prendido una fogata,
también estaba mirando el cielo con su hermosa luna y las estrellas que la
acompañaban. El camino era largo si quería llegar cuanto antes hacia la
selva, tenía que pasar por un sitio en donde podía quedarse a descansar sobre
una roca, por lo menos por un momento hasta continuar con el rumbo.
Un conejito distraído pasó por donde Quetzalcóatl se encontraba
descansando y le ofreció un poco de la zanahoria que estaba comiendo, el Dios
le dijo que él se iba a morir de hambre en cualquier momento, que no se
preocupe por su cuerpo humano, entonces el conejito se ofreció en sacrificio
para que se lo coma y pueda entonces continuar con su camino.
Quetzalcóatl apreció enormemente la valentía
que un conejo tan pequeño podía tener, por ello es que lo alzó bien alto y
grabó su viva imagen en la luna llena que desde ese entonces recuerda cada
noche la bondad de este conejito y su buena acción para poder ayudar a alguien
más, aunque eso significara la muerte de su propio ser. La promesa que le hizo
el dios al conejo luego de su sacrificio fue que todas las personas que miren
la luna pensarán en aquel dulce animal que dio su vida para poder salvar a
Quetzalcóatl.
LEYENDA DEL SOL Y LA LUNA
Antes de que hubiera
día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al
mundo?- preguntaron.
Un dios arrogante que
se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de
alumbrar al mundo.
Después los dioses
preguntaron:
-¿Y quién más? -Se
miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que
alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él
obedeció de buena voluntad.
Luego los dos
comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de
cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el
sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin.
entonces dijeron:
-¡Ea pues,
Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le
dio miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó,
pero no pudo arrojarse
Luego los dioses
dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin!
¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl
vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y
también se aventó.
Después los dioses
miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá
Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar
porque lastimaba los ojos.
Resplandecía y
derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en
que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y
Luna.
Desde entonces hay día
y noche en el mundo.
LEYENDA LA ROCA INACCESIBLE
En el
inicio de la civilización, cuando los hombres que habitaban la tierra tan sólo
disponían de palos y hachas de piedra para defenderse, existía una gran montaña
que aquellos hombres divisaban a lo lejos entusiasmados y soñadores. Aquella
montaña se encontraba inundada de exuberante vegetación que caía derramada
hasta sus valles. No encontraban, sin embargo, la forma de acceder a la
preciosa montaña debido a la dificultad que añadía un caudaloso río y las
escarpadas peñas de la misma. Aquellos hombres primitivos hicieron lo imposible
por acceder al camino situado más allá de la montaña, para lo que levantaron
sendos pilares con los que construir un puente con el cual poder divisar lo que
había al otro lado. Y finalmente, tras muchos días de inagotable esfuerzo, se
dieron por vencidos.
Cuando un
día el mal tiempo derribó todos aquellos pilares que habían creado y levantado
con tanto esfuerzo, los primitivos hombres quedaron atemorizados pensando que
la montaña tenía vida propia y grandes poderes. Sin embargo, no llegaron a ir
más allá ni a comprender nunca la verdadera causa del derrumbe, y tal fue la
incomprensión que, pasados muchos, muchos años, los hombres fueron perdiendo el
miedo y volvieron a desafiar y a enfrentarse a la misma tierra.
Y de este
modo, cuando ya no vestían pieles ni manejaban hachas, continuaron desafiando a
la Madre Naturaleza, despojándola sin piedad de toda su riqueza y material
precioso.
¡Qué roca
inaccesible eran los humanos para el Universo!
EL NARRADOR DE HISTORIAS
Erase una
vez un rey que tenía, por asistente y amigo, a un hombre cuya facilidad para
contar historias rebasaba casi lo imaginable. Cuando el rey se disponía a
descansar, el hombre tenía el cometido de narrar al monarca varias leyendas y
fábulas para facilitarle el sueño. Pero ocurrió que, en cierta ocasión, los
problemas del monarca eran tan grandes y numerosos que le resultaba imposible
conciliar el sueño con el número de historias acostumbradas. Quiso entonces el
rey escuchar más historias, pero el hombre decidió contarle dos menos y muy
cortas.
·
Esta
noche me gustaría escuchar una muy larga y tras ella podrás irte a descansar-
Dijo el rey a su asistente y amigo, poco satisfecho con aquellas historias tan
cortas.
Tras
aquellas palabras el hombre obedeció, arrancándose de la siguiente forma:
«Un
campesino tomó cierto día mil libras de monedas de penique, y compró con ellas
dos mil ovejas. Cuando las iba conduciendo hacia el refugio, el arroyo que
había que cruzar para llegar estaba tan crecido que no se podía de
ninguna manera cruzar a la otra orilla. El campesino, apesadumbrado, logró
encontrar una barca, pero era demasiado pequeña para transportar en ella a
todas las ovejas. Dándole vueltas a su cabeza, llegó a la conclusión de
que podría transportarlas de dos en dos…»
Llegados
a este punto de la historia, de repente, el narrador se durmió. Pero poco duró
el descanso, ya que el rey no había quedado satisfecho aún con la historia y
decidió despertarle al momento:
·
Cuéntame
el final de la historia.
·
Señor,
el arroyo era ancho, la barca muy pequeña y las ovejas numerosas, ya se lo he
contado. Y ahora tenemos que esperar a que el campesino las vaya trasladando de
dos en dos para que sepamos cómo termina la historia- Respondió el astuto
narrador de historias, que no deseaba pasarse la noche en vela.
Y
pensando y pensado en el final de la historia, que tan extraña le resultaba al
monarca, cayó rendido sobre su almohada sin necesidad de más palabras.
LA RIQUEZA Y LA POBREZA
Existió,
hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza.
Este hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre
padre cuanto le pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia
vida, llena de más caprichos y lujos.
Transcurridos
unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir
adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios
en el mundo del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado
de mil y una comodidades. Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir
de la pobreza, y caminaba mendigando de pueblo en pueblo y viviendo gracias a
la ayuda de las gentes.
Aquel
padre, a pesar de haber abandonado su vida anterior y haberse convertido en un
hombre con tanta suerte, no conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a
día de su marcha y soñando con su llegada:
·
¡Dónde
estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en
mis últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza!
Y, cosas
del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que
se había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de
caminar de allá para acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se
encontraba reposando placenteramente sobre un sillón de buena mimbre en el
porche ajardinado de su gran casa.
Pero el
padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para
darle un gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo,
aquello no tuvo nunca lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y
temeroso de ser humillado, salió corriendo de allí como alma que lleva el
diablo.
EL ZAPATERO FELIZ
Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un
alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la
tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un
banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta
miseria, no pudo dejar de preguntar:
·
Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana
usted con su humilde trabajo?
·
Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no
se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí
me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos,
lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.
Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al
banquero que, poco después, dijo muy conmovido:
·
Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco
desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo
de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza
exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa
las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El
zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y
buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la
desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le
hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.
Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a
visitar a su vecino banquero:
·
Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi
mayor deseo es vivir como lo hacía antes.
Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.
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